sábado, 16 de agosto de 2014

Una armadura contra las emociones, contra los sentimientos, contra la gente. Contra todo ese royo de falso amor, de besar a cualquiera, de besar a cientos de desconocidos cada minuto. Una armadura para un corazón roto y un alma demasiado sensible para el mundo que la rodea. 

Ya estamos apunto de acabar otro año, y en mi interior siguen viviendo monstruos, que más que amigables parecen todo lo contrario. Emociones, sentimientos, pensamientos, experiencias, decisiones. Todos ellos viajan sobre mi espalda como un equipaje. Y pesa. A veces pesa. 
Superas un camino lleno de obstáculos y de repente te encuentras ante otra difícil decisión: el  mismo camino que se bifurca en dos. Toca de nuevo elegir, y otra vez cientos de obstáculos. Y esos monstruos me impiden seguir. 
Todos esos textos tan bonitos, esas frases de películas, actores y sabios, son ciertas.  Es necesario dejar ir los miedos, porque si no se aferran en tu interior convirtiéndose, con el paso del tiempo, en monstruos. 
Te encuentras ante una nueva situación y ahí están, haciendo que tropieces una y otra vez con la misma piedra e incluso distintas pero igual de dañinas. Y aprendes, y sigues aprendiendo y cayendo y volviendo a levantarte. Y te preguntas si eres tú, si son el resto. Y todas las respuestas a todas las preguntas se encuentran en tu interior. Deja ir los miedos, perdonate, perdona a la gente que necesites perdonar, deja el rencor a un lado y... vive. Vive como si no existiera un mañana.